domingo, 25 de octubre de 2015

Apuntes sobre la memoria colectiva

Apuntes sobre la memoria colectiva
Escojo al azar un concepto de memoria colectiva para abrir los acertijos de las nuevas aproximaciones teóricas a los hechos históricos: “La memoria colectiva puede ser entendida como “el conjunto de conocimientos, valores, reglas y patrones de comportamiento, que adquiridos mediante la interacción entre los miembros del colectivo y su entorno, son compartidos por el grupo con la finalidad de homogeneizar representaciones del pasado y mejorar el resultado de sus decisiones tomando ventajas de las regularidades producidas en el ámbito de su actividad. (Sorrosal,O 2005:146) Para otro punto de esta reflexión cito al investigador y autor uruguayo Juan Andrés Bresciano: “(…) la memoria histórica —en cuanto construcción social y no solo académica— comenzó a ampliar sus límites y contenidos, revelando configuraciones temáticas novedosas. El impacto de los grandes cambios histórico-mundiales de fines del siglo pasado y principios del presente motivó que este objeto desplegara nuevas aristas. Desde la producción científico-social, comenzó a relacionarse la memoria histórica con fenómenos tales como: (i) la de/re/construcción de las identidades colectivas; (ii) la génesis, consolidación y transformación de los discursos sobre el pasado; (iii) la renovación de ciertas clases de representaciones artísticas; (iv) el desarrollo de nuevas formas de monumentalidad urbana; (v) la ampliación del concepto de patrimonio histórico; (vi) la creación de repositorios documentales y museísticos”. Pero la memoria histórica que es parte de la memoria colectiva es un ámbito más riesgoso para quienes hacemos recuperación de esos espacios del conocimiento olvidado, porque precisamente la omisión, el silencio, la falta de transmisión oral, la mentira o la manipulación de la información o el flujo o no de la misma, entre otras amenazas, resulta factores de riesgo que debemos considerar si vamos a indagar referencias en los hechos humanos, sus tiempos y espacios en los ámbitos históricos y sobre todo como científicos que debemos corresponder a la verdad de esos hechos. En el otro lado, existe una resistencia por parte de algunos historiadores formados en el claustro, digo literalmente, en el academisismo, para valorar y darle significación científica a la memoria histórica como recurso historiográfico. No lo digo porque dichos academisistas, condenan a la “muerte” o a la “desaparición forzada” los testimonios orales, el conocimiento popular y los saberes comunes que son fuentes de información, sino porque descalifican los métodos científicos mediante los cuales una información puede ser certificada de verdad histórica. Hay un sustrato ideológico y filosófico allí que no voy a tocar por razones de espacio pero que lo dejo como advertencia. Para profundizar un poco sobre este tema refiero a la Profesora Iraida Vargas quien escribió en 1998 una crítica al historicismo: “Las historia oficiales -tales como los recuentos que hallamos en, virtualmente, todos los textos de historia usados en las escuelas primarias y secundarias de Venezuela y los Estados Unidos- enmascaran las causas reales del cambio histórico, comunicando a las jóvenes generaciones la idea de que la Historia es una acumulación lineal de eventos, nombres y fechas no relacionados con la vida diaria. Muestran, así mismo, a esa vida diaria, como el fruto de los continuos esfuerzos de individuos autónomos por optimizar o maximizar sus circunstancias, al mismo tiempo que se adaptan al orden sociopolítico existente, en lugar de buscar cambiar las condiciones de ese orden o aquellas del creciente sistema global del que también forman parte.” (Vargas 1999:15) El mejor ejemplo es cuando ocurrió precisamente la desaparición forzada de un campesino sin cédula sin documentos de identidad, que hubo miles en Venezuela en los años 60 y 70, para esa visión historiográfica es más fácil ocuparnos de las historias de los gobiernos o presidentes y dejar en silencio u olvidado las historias del común, porque no hay documentos que prueben la existencia de ese ciudadano por lo tanto no existió, ese es una mentira también, porque al hurgar entre los testimonios orales del entorno de ese ciudadano desaparecido que sabemos si existió, sus allegados pueden reconstruir su identidad, resulta con dichos testimonios que la verdad es distinta a la que nos dijo el “historiógrafo” que no el historiador. Es un ejemplo sencillo de una realidad que vivimos en las décadas de 60, 70,80 y 90 especialmente cuando aquí se implantó el terrorismo de estado en todo el territorio Nuestro Americano, pero especialmente en zonas rurales, pero que desde la valoración de la memoria resulta un tema para el debate. Cierta historiografía también puede matar o desaparecer a personas o hechos por omisión o silencio forzoso. Es justo y necesario entender la necesidad que hoy existe del abordaje de la historiografía, no en lo estricto y cerrado del concepto, porque no es solo en lo escrito esta la verdad, al contrario los métodos científicos como la triangulación consecutiva, la tranversalización disciplinaria o trandisciplinaridad pueden certificar una información, por dar solo un ejemplo, para dar por descontados los riesgos del empirismo y del positivismo, pero además nutrir el espectro de posibilidades de investigación metodológica para llegar a la verdad científica. Para las ciencias de la información un objeto se convierte en un “documento” de acuerdo a los recursos de verificación que aporta información sustantiva para reconstruir un hecho, unos huesos con trazas de disparos verticales nos indica que ese pudo ser un fusilamiento, si verificamos un patrón de comportamiento de los impactos de bala en la estructura ósea frontal, aunque exista un documento policial que señala que dicha persona trato de huir y se dio a la fuga “corriendo de espaldas”, esa por cierto es una coartada común para la impunidad en los casos que investiga la Comisión por la Justicia y la Verdad. Así como la verdad de una información se encuentra asediada por la mentira, el olvido entre otras amenazas, también es importante destacar, que el manejo de herramientas científicas para el flujo de la información de carácter científico, resultan recursos que valoramos para la certificación de los que llamamos “la verdad”. La memoria colectiva como ya hemos indicado es una nueva aproximación disciplinaria teórico-práctica para valorar la identidad, simbologías, semiologías y semánticas de los pueblos basados no solo en instrumentos historiográficos sino que nos convoca a otros recursos metodológicos científicos que también proporcionan información para construir memoria, digamos que la antropología interpretativa, las historia de vida de la sociología, las ciencias de la información, incluso las artes desde cualquiera de sus ámbitos particulares pero especialmente aquellos que generan impactos en la percepción de nuestros entornos reales o imaginarios pero que usan el simbolismo para fortalecer conciencias sobre nuestra caracterización como grupos humanos. Aldemaro Barrios R. venezuelared@gmail.com Bibliografía 1. BRESSCIANO , Juan Andrés (compilador (2013)La memoria histórica y sus configuraciones temáticas .Disponible en http://www.academia.edu/5964799/La_memoria_hist%C3%B3rica_y_sus_configuraciones_tem%C3%A1ticas._Una_aproximaci%C3%B3n_interdisciplinaria 2. SELENE, Cruz, Ma. Sorrosal ( 2006) La memoria colectiva como recurso intangible. IX Seminario de Finanzas, Universidad de Barcelona, España. Disponible en: http://www.google.co.ve/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CBsQFjAAahUKEwj2p6KrrN7IAhXLpR4KHWhcDZ0&url=http%3A%2F%2Fwww.ub.edu%2Fiafi%2FRecerca%2FSeminaris%2FMemoriacolectiva.pdf&usg=AFQjCNHyxfzQZ69oGV3qAvM2KJw_DdMBHw&bvm=bv.105841590,d.dmo 3. VARGAS Arenas, Iraida, 1999, La historia como futuro, Editorial Tropycos, Caracas, Venezuela.

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